Iba agarrado a la barra y apoyando su peso sobre el vagón. De los bolsillos de su infinita gabardina sacó una Coca-Cola de medio litro cargada de whisky y empezó a ingerir pequeñas cantidades utilizando el tapón rojo a modo de vaso de chupito. Cada vez que se servía uno, el 20% del brebaje caía al suelo. Después de beber unos diez chupitos, abrió la boca para gritar en una lengua desconocida. Parecía un viejo dialecto de la estepa rusa, o eso me imaginé. Luego demostró su fuerza haciendo flexiones en el suelo, intentando levantar sus más de cien kilos y soltando puñetazos a las paredes. Había gente que se reía de la situación y otros que se reían de él. Había gente que sentía pena por aquel hombre y también los que sentían miedo y aprovechaban para bajarse en la próxima estación. Incluso, había varios que no se habían dado cuenta de su existencia porque el volumen de sus auriculares se lo había impedido. A las tres paradas, el viejo borracho, ya fatigado, se sentó.
Justo en ese momento, acababa de entrar un hombre que decía que estaba en paro, que tenía dos hijas y suplicaba una moneda para poder comer algo. Recorría el vagón de un lado a otro tendiendo la mano a los pasajeros mientras explicaba la grave situación por la que estaba pasando. Entre tanto, me fijé en el borracho; ya se había calmado y miraba al hombre, escuchaba atentamente todas sus penurias. No sé si estaba entendiendo algo, pero le miraba muy respetuoso y con gesto serio. Cuando el hombre con su mano tendida pasó por el lado del borracho, este volvió a meter la mano en uno de sus bolsillos infinitos y sacó de la gabardina un batido (Leche Pascual) de fresa y lo dejó en su mano. El hombre le dijo al mendigo borracho “gracias caballero” y se cambió de vagón para seguir pidiendo.
Mi querido amigo el borracho se quedó allí sentado, con un gran gesto de paz en su rostro. Con el gesto de paz más grande que se respiraba entre todos los usuarios de la puta red de Metro que en ese mismo momento también estaban allí y cuyas jodidas caras sólo delataban un fracaso escondido en limpias corbatas y dulces vestidos.
El árbol gris no florece a la vista de todos. Los colores los lleva por dentro.
Yo tenía un maldito euro en mi bolsillo y no fui capaz de dárselo.
@HoldenCenteno
Lo llaman metáfora en vez de realidad, ¿no? Es un gusto leerte como cada Jueves.
ResponderEliminarEs un gusto que me leas cada jueves,
EliminarHas ahondado en mi corazón. No se parece a nada que haya leído antes... Gracias.
ResponderEliminarGracias a ti por leer,
Eliminar@HoldenCenteno
Leyéndote sé que no pierdo el tiempo porque siempre me haces reflexionar. Sigue así!!
ResponderEliminarEntonces me alegro que aproveche el tiempo,
EliminarPara mi esta, si no la mejor, de las mejores...
ResponderEliminarJoder, deberías escribir más a menudo sobre el metro, son las mejores, Normalmente me gustan, pero no todas son tan especiales.
Gracias pot estar al otro lado de la pantalla, tomo noto,
EliminarQué entrada tan paradójica y tan cierta. Eres un gran contador de historias, joven Caulfield.
ResponderEliminarY usted una gran dibujante de historias, debería dibujarme más,
Eliminar¿Dónde está cuatralbo?
ResponderEliminarEso me pregunto yo, alguna vez se hace de rogar.
EliminarBuena historia, con su final de "echémonos-a-pensar", otrora llamado moraleja. Una fábula, sin animales "claros" pero con especies que habitan ese inframundo llamado Metro.
ResponderEliminarCoincido, una de las mejores entradas. Le felicito, está consolidándose como un buen cuentahistorias, con un estilo, no creo que imite a J.D., aunque es obvio el seguimiento de sus pasos. El Centenismo: un crooner del día a día que se fija en las pequeñas cosas (que son las que construyen las grandes historias) para contarlas, y al final del día, cigarro en labios, con la oscuridad y el amparo de la noche, narra lo que ha visto. Es usted un romántico, sr. Centeno.
Hablando de pequeñas cosas: ¿cómo sabía que era whisky lo de la botella? Dudas de abstemio.
P.d.: ¿Nos conocemos, sr. Anónimo? Está empezando a asustarme.
Desde siempre he creído en lo cotidiano de la vida, antes de conocer el centenismo, que por supuesto me lo reafirmó. En lo pequeño se wncierran nos grandes misterios.
EliminarUna vez una chica me preguntó si era romántico y no respondí. La invité a que lo descubriera.
El Whisky tiene un color diferente, parecido al ron pero se diferencian.
P.D. espero que no. Si es así, no tendrían gracia nuestros comentarios
PD2: Cada vez responde mejor a mis entradas. Mejor de lo que yo escribo. Gracias
No nos conocemos, Sr. Cuatralbo, pero como ya dije en otra entrada, cada vez que leo una historia de este blog, busco tu comentario, y si no lo encuentro me parece que la historia está incompleta.
EliminarSaludos.
Ah, ya, si, eh..., vale. Pues nada, como dijo el Gallo: "hay gente pa'tó".
EliminarNo he podido para de reír con su contestación. Esperaba que se iba a animar más con esa flor que le ha echado un anónimo que prefiere su punto final al mío.
EliminarEs usted un grande.
Me asustan mucho las palabras, aunque sean elogiosas, que no sé de dónde provienen.
ResponderEliminarLas flores, sr. Centeno, se envian con nota firmada, y Anónimo, es una firma harto ambigüa y yo muy asustadizo. Y Srta. Anónima suena... ¿repipi? Además, Srta. Anónima, no se ofenda, pero diciéndome usted estas cosas no va a conseguir que me dé más prisa en comentar el resto de entradas, como dije que haría (y mantengo).
Siento haberle asustado señor cuatralbo, en adelante, me limitaré a leer sin comentar.
ResponderEliminarOiga, esa decisión no me gusta. Comente todo lo que quiera, el Señor Cuatralbo simplemente es un tipo íntegro que dice lo que piensa, eso es bueno, no se lo tome a mal.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHice bien en reservarte un libro aún sin haber leído nada tuyo. No me equivoqué en absoluto.
ResponderEliminarUn saludo,
Rosa
Me alegro mucho, Rosa.
EliminarUn millón de gracias
Gracias poe escribir.
ResponderEliminarSaludos
Gracias por leer.
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